Interiorismo anónimo

Hablamos de una obra anónima cuando es de un autor desconocido, cuando no conocemos ningún elemento que identifique su autoría concreta, o cuando el autor se oculta o no quiere darse a conocer. En el campo del interiorismo es relativamente común encontrarnos con interiores anónimos, interiores de los que desconocemos cualquier referencia sobre su realizador.

Históricamente durante la Edad Antigua y Media el concepto de autoría apenas existía. Los interiores eran proyectados por arquitectos, en muchos casos más bien maestros de obras, con la ayuda de artesanos. El concepto artesanal era básico. A partir de la Edad Moderna con movimientos como el Renacimiento, Barroco y Neoclásico, la autoría empezó a ser importante. El arquitecto se convirtió en artista. Se empezaron también a conocer a ebanistas que podemos considerar como antecedentes de los actuales interioristas (los hermanos Adams, Percier, Fontaine entre otros). Durante los siglos XIX y sobre todo el XX, se conoce ya a los arquitectos diseñadores de los edificios, y en la mayor parte de casos, de sus interiores. Hay que tener en cuenta también que hasta bien entrado el siglo XX, la arquitectura interior no se entendía como una especialidad propia del diseño, si acaso se hablaba de decoración. En otro post en Tiovivo ya te contamos también la evolución de los estudios de interiorismo que puedes leer aquí.

Podemos considerar como una forma de interiores anónimos los que siguen los conceptos del diseño popular, tradicional o vernáculo. Unos interiores realizados “por el pueblo”. Es evidente que el no conocer a ciencia cierta quien ha proyectado un interior no niega el hecho de que haya uno o unos realizadores concretos. Pero detrás de estos conceptos lo que se marca es una autoría compartida, asumida y representativa de toda una comunidad. El interior de una barraca valenciana, por ejemplo, estaba realizado por un huertano valenciano concreto, pero partía de unas bases comunes a otras barracas y el huertano no lo asumía como propio sino como común a toda su comunidad. Estilos como el rústico, provenzal o étnico entre otros, parten también de este concepto de lo popular-vernáculo y dejan de lado también la autoría.

En la actualidad puede parecer que la mayor parte de arquitectura interior tiene “nombre y apellido”. No es del todo cierto. Una búsqueda rápida en las redes nos hará ver que la mayor parte de interiores que encontramos son casi anónimos. Se nos pueden dar datos quizá sobre la empresa que ha realizado el mobiliario, pero pocas veces sobre el diseñador o estudio de diseño que ha proyectado el interior. Excepto diseñadores emblemáticos, los interiores para la mayor parte de la población o son anónimos o, equivocadamente, se relacionan con el arquitecto general de la obra.

Hay otro tipo de anonimato no buscado. Detrás de los estudios de diseño de interioristas o arquitectos reconocidos hay equipos de ayudantes y, en muchos casos, equipos de trabajadores (albañiles, fontaneros, electricistas…) que realizan el interior. En la mayor parte de casos se convierten en equipos anónimos, aunque sin ellos los planos solo serían papel o píxeles. El diseño es un trabajo en equipo.

Decíamos al principio de este texto que una forma de anonimato consistía en el caso de que el interiorista no quería darse a conocer. En estos tiempos en que la exposición permanente es básica, existen los interioristas que más que esconderse, no se sobreexponen. Que buscan ser valorados por su obra y que sitúan su persona en segundo plano.

Interiores anónimos, interiores de autor, al final lo importante es que puedan conjugar esos dos conceptos tan difíciles de relacionar funcionalidad y belleza.

Texto: Fausto Sánchez-Cascado «Historiólogo creativo»

Fuentes


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