Colgados

… pues aunque lo parezca no vamos a hablar de “personas humanas” que se han quedado ensimismadas por un amor no correspondido o en una situación laboral o vital difícil. Vamos a hablar de un mueble humilde que tiene como función principal la de colgar sobre todo prendas (abrigos, sombreros, chaquetas…), el perchero.

Percheros que se cuelgan en la pared y disponen de varios soportes o de pie, exentos que se apoyan en una base. Que podemos encontrar normalmente en los recibidores o pseudo recibidores (en el caso de las viviendas actuales) en el baño o en lugares de trabajo u ocio. Un mueble auxiliar,  que a veces se utiliza como mueble contenedor, al acumularse en él “toneladas” de prendas de forma desordenada (todos hemos tenido en alguna ocasión que “sumergirnos” en él para buscar una bufanda).

Como dirían nuestros mayores, “desde siempre” ha habido percheros y colgadores. Los encontramos en las culturas antiguas (Grecia y Roma) y en la Edad Media. El siglo XIX y la época Victoriana fueron su gran época. A su éxito ayudó Michael Thonet que con su técnica que permitió curvar la madera llevó al concepto formal que tenemos del mueble actualmente. La llegada de estilos como el racionalismo y el minimalismo y la escasez de espacio de las viviendas contemporáneas; lo ha ido relegando a un papel cada vez más secundario. En los últimos años ha adquirido un nuevo valor estético-decorativo.

El perchero nos recibe y nos despide cuando llegamos o nos vamos de nuestra casa. En la zona de recibidor de la casa, en nuestro dormitorio, en el baño, en los vestidores del gimnasio…, nos marca la separación entre el mundo exterior, la calle, y el interior, la casa.

Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»

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