Si la falla es una escultura efímera, el casal es el mejor ejemplo de la arquitectura fallera. En estos días “serenos”, “silenciosos” y “tranquilos”, vamos a hablar de ellos como elemento de arquitectura e interiorismo festivo.
El casal es el centro, de la vida festiva para los falleros. El espacio donde se encuentran y se reúnen de forma regular. Donde se realizan los principales actos de la Falla. Donde, a lo largo del año, se celebran almuerzos y cenas, se realiza la elección de la Junta y de las Falleras Mayores e Infantiles. En algunos casos también se celebran bodas, bautizos y comuniones de miembros de la falla. Será el punto de partida y de llegada de la mayor parte de los actos de la fiesta.
Antes de la década de los sesenta, se solían situar en pequeñas plantas bajas o pisos de alquiler. A partir de esta fecha, se buscaron bajos más amplios y en propiedad.
Los casales se suelen situar cerca de la falla. Su distribución interior suele ser sencilla. Disponen normalmente de una pequeña barra de bar y una oficina, que también hace la función de archivo. La decoración la forman, en la mayor parte de casos, los estandartes de los premios de la comisión, bocetos de fallas antiguas, fotografías y en algún caso algún ninot rescatado del fuego…
De un tiempo a esta parte, predominan también como complemento de los casales, las carpas. Carpas, situadas normalmente en la calle exterior al casal y a la propia falla, y que son el lugar donde normalmente se realizan las verbenas y actos masivos de la comisión fallera. Las carpas han ido acaparando importancia como espacio festivo fallero, pasando a tener tanta importancia, en muchos casos, como los propios casales. Reciben también críticas por el espacio que ocupan, que hace, en algunos casos, más difícil la circulación, ya de por sí complicada en los días de las fiestas de San José.
Casales falleros, arquitectura e interiores para la fiesta.
Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»