El inglés desde hace años se ha convertido en el idioma franco de comunicación del mundo, incluso en el sector del diseño. Es una especie de esperanto, el idioma universal inventado por Zamenhof, de nuestra época. La globalización, por otro lado, también ha ayudado a su generalización. Todo ello hace que sea necesario su conocimiento como forma de comunicación internacional. Pero ello no implica la sustitución y anulación de los términos, en nuestro caso de arquitectura y diseño, en castellano, catalán, valenciano, gallego, euskera… por términos en inglés. Es decir somos diseñadores o disenyadors no designers; asistimos a una clase magistral, no a una master class; recibimos correos electrónicos no email. En Toledo (Castilla-La Mancha, España) hay diseñadores; en Toledo (Ohio, EE.UU) hay designers.
Lo que decimos no implica la no utilización de términos anglosajones, en muchos casos el origen de los nuestros es el inglés, pero sí la preferencia de la utilización de su traducción, en su caso, o la palabra que lo define en nuestros idiomas. No es algo secundario aunque quizá lo parezca, los nombres hacen las cosas. Detrás de la utilización preferente de términos anglosajones hay, en muchas ocasiones, una especie de minusvalorización de lo propio, a veces, una especie de “postureo”. No será mejor un interior porque lo llamemos yellow a si lo llamamos groc. Evidentemente, utilizaremos el inglés como idioma franco. Nuestros proyectos tendrán una traducción a este idioma, pero no se realizarán solo en este idioma.
Detrás de esta utilización indiscriminada de lo anglosajón no deja de haber una cierta colonización. Hay un caso que lo explica claramente. Cuando empezó a generalizarse la informática costó “Dios y ayuda” que se incluyera en los teclados la letra “ñ”.
… y con esto acabó, me tengo que ir a una “master class”…
Texto: Fausto Sánchez-Cascado, “historiólogo creativo”