Ínsulas. Pisos de la Antigua Roma

A veces tenemos la sensación de que el paisaje urbano que nos rodea es básicamente producto de los siglos XIX, XX. Así por ejemplo pensamos que los pisos, en los que la mayoría vivimos, surgieron, tal y como ahora los entendemos, en el siglo veinte. Que su concepto proviene del Movimiento Moderno, del Racionalismo-Funcionalismo. No es así, en la antigua Roma una parte importante de sus habitantes vivían en bloques de pisos. Vivían en ínsulas.

Las ínsulas, insulae, eran viviendas colectivas, bloques de pisos urbanos. Se situaban entre calles. Su denominación en castellano significa isla. Las insulae eran como islas entre las calles de las ciudades del Imperio romano. Surgieron en el siglo III a.C, inspiradas en las Camara Alta, edificios de varios pisos, de Cártago. En el periodo tardorrepúblicano, a finales del siglo III a.C, se extendieron en toda Roma, debido a la necesidad de alojamiento por la fuerte presión demográfica sobre la ciudad. En la época del Imperio eran uno de los edificios más característicos de las ciudades romanas. Muestra de ello es el hecho de que en Regionario (censo de edificios de Roma) del siglo IV d.C, recoge la existencia de 46.602 ínsulas.

Su estructura era parecida a nuestros actuales bloques de pisos. En los bajos se situaban tiendas (tabernae) o almacenes y, en algún caso minoritario, la vivienda (domus) de familias acomodadas. Solían tener tres plantas, unos veinte metros de altura, aunque no eran extrañas insulaes de cinco o seis pisos. Cada planta estaba dividida en viviendas-pisos (cenacula). La comunicación entre las diferentes viviendas era mediante escaleras. Disponían también mayoritariamente, de un patio central con un pozo, cocinas y letrinas. En principio se construyeron con adobe y madera, posteriormente se construyeron con ladrillo y cemento, en todos los casos con materiales de baja calidad.

Las viviendas (cenaculae) de cada planta se alquilaban normalmente a ciudadanos de clase media o baja (plebe). Las de mayor tamaño y más caras eran las de los niveles inferiores y las de peor calidad y más baratas eran las de las plantas superiores. Normalmente disponían de una habitación común, polivalente, uno o varios dormitorios y ventana al exterior. Su mobiliario era escaso. Sus elementos de saneamiento, higiene e iluminación eran deficientes. No disponían de agua corriente, ni letrinas. Eran edificios inseguros, eran comunes sus derrumbamientos e incendios. En el caso de los derrumbamientos, por la desproporción entre su considerable altura y su escasa superficie. Los incendios se debían al material de edificio, madera en muchos casos, y la utilización por parte de sus residentes de velas, lámparas de aceite, antorchas…

Las ínsulas eran viviendas de baja calidad. Con ellas se especuló jugando con la necesidad de alojamiento de la población. Sus constructores ganaron verdaderas fortunas con mínimas inversiones en materiales y construcción. Los caseros aumentaban continuamente los alquileres. Ejemplo de esta especulación fue Craso, vencedor de Espartaco y del que su nombre ha quedado como sinónimo de riqueza, que amasó su inmensa fortuna gracias a la especulación con las ínsulas.

Ínsulas que nos recuerdan, casi dos mil años después, a malas prácticas en la construcción de nuestro 2018.

Texto: Fausto Sánchez-Cascado «historiólogo creativo»

FUENTES

_ CARCOPINO, Jérôme. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio. Temas de Hoy, Madrid, 2001

_ CONNOLY, Peter; DODGE, Hazed. La ciudad antigua. La vida en Atenas y Roma clásica. Madrid, Acento Editorial, 1998

_ PAOLI, Ugo Enrique. URBS. La vida en la Roma antigua. Iberia, Barcelona, 1990

 

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