Sin las piscinas seguramente nos costaría más entender el verano. Piscinas de cualquier tamaño o forma. Permanentes, desmontables o temporales. Piscinas privadas, públicas, de competición, naturales… De acero, hormigón o fibra de vidrio. Piscinas como las de los cuadros de David Hockney o las de las películas “El nadador” (Frank Perry, 1968) o “La vida de Pi” (Ang Lee, 2012)
Las albercas, como las llaman en México, no son solo un estanque de agua con fines recreativos. Tienen un valor simbólico, el hombre con ellas “doméstica” el agua; crea su propio lago, río, mar particular. Son un símbolo, por otro lado, de status de “haber llegado” a una determinada posición social.
No siempre han existido piscinas tal y como ahora las entendemos. En el Neolítico fue cuando aparecieron por vez primera como forma, como ya hemos indicado, de “domesticación” del agua. La finalidad de estos primeros estanques no era recreativa sino funcional, conservar y almacenar el agua para la agricultura y la ganadería. Probablemente la que podemos considerar como primera piscina es la denominada Gran Baño de Mohenjo-Daro (Pakistán) aproximadamente del 3.000 antes de Cristo.
En el interior de las pirámides de Egipto encontramos imágenes de personas sumergidas en grandes estanques similares a piscinas. En la cultura clásicas greco-romana las piscinas empiezan a ser comunes y populares. En Roma las encontramos en las termas o baños, en las palestras o gimnasios e incluso en el siglo I antes de Cristo, tenemos referencia de una piscina climatizada.
Durante gran parte de la Edad Media y Moderna nuestro actual concepto de piscina prácticamente desaparece. Los primeros cristianos la relacionaban con la pila bautismal. Los árabes las utilizaban en los baños y con fines arquitectónicos-decorativos.
Las piscinas se popularizan a partir de mediados del siglo XIX en Gran Bretaña. La potenciación del deporte como práctica higiénica, y sobre todo la natación hizo que aparecieran piscinas en todo el país y posteriormente se extendieran a todo el mundo occidental.
En el siglo XX la consolidación del deporte como actividad saludable y la aparición de los Juegos Olímpicos modernos, hizo que las piscinas, en gran parte públicas, se multiplicaran. Eran también una forma de reproducir la costa y la playa para los que no podían llegar a ella. En Estados Unidos, como indica el historiador Jeff Wiltse, las piscinas públicas fueron, en el periodo de entreguerras y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, un lugar de integración social, en ellas no había segregación por razas, sexo o clase. A partir de la década de los cincuenta es cuando se empiezan a generalizar las piscinas privadas. La piscina se convierte en un objeto de deseo de las clases medias del mundo occidental. Como ya hemos indicado un símbolo de status social.
Piscinas, “piscinitas” (no me pregunten por qué, pero en el verano funciona mucho el diminutivo), sin las cuales no tendríamos films tan “memorables” como “Pepito Piscinas”…
Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»