Kitsch

Todos hemos visto objetos kitsch: el toro de plástico y símil fieltro que venden en las tiendas de recuerdos, el gatito chino que mueve el brazo, cromos de actores o actrices de los años cincuenta… y también podemos encontrar interiores y mobiliario de esta tendencia. Pero antes de pasar a analizar interiorismo y muebles, definamos y desbrocemos que queremos decir cuando hablamos de kitsch.

El concepto apareció aproximadamente entre 1860 a 1870 en Munich. Se asocia con el verbo kitschen, que quiere decir barrer la porquería de la calle. Más concretamente en la época se relacionaba con dibujos o bocetos baratos o fácilmente vendibles. Con el tiempo, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, se hablaba ya de un estilo kitsch seguido por la burguesía, clases medias y en ocasiones las clases populares. Estas clases se dedicaban a imitar las formas y características de los objetos de la cultura de las clases altas. Imitaciones en materiales más pobres que los originales (yeso, por ejemplo, por mármol) y peor acabados. Detrás de estos objetos, había un deseo de “aparentar ser”, de imitación del arte de la clase alta. El término se popularizó en los años treinta gracias a los estudios de Clement Greenberg, Herman Broch y Theodor Adorno.

El Pop art en la década de los sesenta y el posmodernismo en los ochenta, adoptaron lo kitsch con un sentido irónico. No había un intento de imitar las clases altas, sino de criticar el funcionalismo-racionalismo, mediante objetos y formas del pasado, en muchas ocasiones con una estética feista. Éste es el concepto que nos ha llegado al interiorismo y al mobiliario actual de lo kitsch.

Lo kitsch en un interior, más que un estilo será un concepto, una idea. Un interior irónico, divertido, llamativo. Con objetos extravagantes (estatuas de santos por ejemplo), colores chillones y materiales plásticos y sintéticos…En que se mezclará lo antiguo con lo moderno. Un interior en que la armonía y la funcionalidad son conceptos muy secundarios y lo más importante es la sorpresa que nos produce.

Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»

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