La contestación a esta pregunta parece sencilla: el dormitorio es un espacio de reposo, de descanso. Podemos marcar el matiz de que a veces ese descanso es activo, gozoso y acompañado y otras es un descanso puro y duro sin aditamentos. El dormitorio, por otro lado, es un lugar definido básicamente por un elemento, la cama. Con lo dicho puede parecer, que contestamos la pregunta y poco hay más que decir. Pero no es del todo cierto.
¿Siempre han existido dormitorios?. Históricamente sabemos que no. Para el hombre prehistórico no existía un espacio específico de descanso. Entre los griegos y romanos, se diferenciaba el espacio masculino y femenino (gineceo en Grecia). En la edad Media y entre las clases populares, los dormitorios eran compartidos, en una misma cama podían dormir diferentes miembros de la familia, y el espacio incluso estar compartido también con animales. En el siglo XIX y gran parte del XX en el mundo occidental, el dormitorio era un espacio en que se integraban cama, armarios roperos de varios cuerpos, las entrañables “mesitas de noche” e incluso, en ocasiones, tocadores.
Los lechos han sido de madera (aprovechado por chinches y piojos para darse festines a costas de los durmientes), metal, o en el caso japonés futones. En la actualidad gran parte de camas se basan en un colchón, un canapé y en algún caso un cabezal diferenciados.
¿Hasta qué punto se puede hablar de dormitorios juveniles?. En la mayor parte de casos los jóvenes no tienen dormitorio, sino un espacio propio de evasión, trabajo y también reposo.
Todo lo indicado creo que nos señala, que el concepto de dormitorio es mucho más amplio del que muchas veces pensamos. Que hay que pensarlo como un espacio plural y que como en cualquier aspecto del interiorismo serán los requerimientos del cliente, del uso lo que nos marcará: ¿de qué hablamos cuándo hablamos de un dormitorio?
Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»