Todos somos un poco o un mucho eclécticos (que no “ecléptico” o “ecléstico” como se oye a veces). Dicho de otra forma, todos somos consciente o inconscientemente una mezcla de muchas cosas. Eclecticismo es mezcla, vivimos en una época ecléctica.
En el mundo del interiorismo y mobiliario es un término muy utilizado. El eclecticismo como concepto empezó como corriente filosófica, que buscaba unir lo mejor de las diferentes doctrinas filosóficas. En el campo del interiorismo y mobiliario fue una tendencia que se extendió de mediados del siglo XIX hasta el fin de siglo. Se relacionaba con el Historicismo, y así se encontraban interiores o mobiliario eclécticos que mezclaban el estilo neogótico con el neobarroco por ejemplo. A partir de los años sesenta del siglo XX y potenciado por los almacenes Biba de Londres, se potencia la mezcla de mobiliario y de conceptos de interiores como estilo ecléctico. Como estilo se basará en: la potenciación de los aspectos decorativos-ornamentales, la utilización de elementos de estilos diversos y una cierta huida del minimalismo y funcionalismo…
Aparte del estilo ecléctico propiamente dicho, existe otra forma de eclecticismo más influyente. Por regla general, el consumidor medio se convierte en su propio interiorista. Crea sus propios ámbitos, con fuertes dosis de eclecticismo. De hecho, la mayoría de interiores domésticos son eclécticos. A modo de ejemplo, en el salón de la casa de unos “españolitos medios” se suelen mezclar: una “mesita muy mona” de Ikea llena de fotos de bodas y bautizos, una mesa para seis personas de un vago estilo rústico, una rinconera “clásica” de la casa de la tía abuela Obdulia, un paragüero con un cierto toque marroquí y decenas de objetos decorativos variados de los viajes del matrimonio… Esta mezcla es, aunque sea realizada de forma no premeditada y con resultados a veces inenarrables, eclecticismo.
Fausto Sánchez-Cascado. «historiólogo creativo»