Las bañeras vuelven a ser un elemento importante en los cuartos de baño. Bañeras que van más allá del concepto de higiene y se convierten en un elemento en que relajarse, meditar, tranquilizarse.
Seguramente a partir del Neolítico ya se empezaron a realizar algo parecido a nuestras actuales bañeras, una imitación de las primeras bañeras naturales (charcas, ríos, lagunas…) que utilizaban los hombres primitivos. Desde la antigüedad, aparte de con la higiene, se las relacionaba con la medicina y la magia. El baño curaba las enfermedades del cuerpo y el alma. Las primeras bañeras los encontramos en Babilonia y la Creta Micénica. En la Grecia y Roma clásica el baño estaba generalizado. Las bañeras sobre todo se situaban en los baños públicos griegos y termas romanas. Algunas familias de clase alta las utilizaban en sus casas pero había una preferencia por el baño público. Bañeras, que en el caso de Roma, podían ser de mármol, ónice, bronce, plata…
En la Edad Media la cultura del baño se perdió en gran parte. En algunos casos, las antiguas bañeras romanas se reutilizaron como abrevaderos para animales, pilas de bautismo o sarcófagos para personajes importantes. A pesar de ello en la actual Alemania existía una red de casa de baños y encontramos tinas de madera, más que propiamente bañeras, en algunos palacios y monasterios.
Hasta finales del siglo XVIII las bañeras no se generalizaron. Gracias a la Ilustración, la higiene pasa a considerarse un elemento importante para la salud. Aparecen bañeras móviles de metal con desagüe y un barniz especial que las hace más resistentes y económicas.
La industrialización del siglo XIX llevó a nuestro actual concepto de cuarto de baño que incluía, aparte del retrete y lavamanos, a la bañera como elemento central. A partir del último tercio de siglo, las bañeras ya no son portátiles, están conectadas a la red general de agua y, gracias al invento del calentador de agua (1868), pueden disponer de agua caliente.
El siglo XX supone la consolidación como espacio autónomo del cuarto de baño. La bañera en él es un elemento preponderante, que se adapta a los distintos estilos del siglo (Nouveau, Déco, racionalismo, minimalismo…). En muchas ocasiones se incluyen en ellas grifos de ducha. A partir de mediados de siglo y de forma más acelerada a partir de la década de los setenta, el plato de ducha, la ducha, va sustituyendo a la bañera. El motivo que lo ocasiona es básicamente los espacios reducidos de las viviendas. La conciencia ecológica, a finales de siglo XX, ayudó también a su progresiva decadencia: la ducha supone un consumo mucho menor de agua.
En los últimos años estamos asistiendo a una cierta recuperación. A ello ha ayudado la revalorización por parte del interiorismo de los baños. Encontramos bañeras empotradas, exentas o híbridas. Bañeras con hidromasaje e “inteligentes”. Con materiales variados como la fibra de vidrio, el hierro fundido, la cerámica, el acero o la madera. De todo tipo de formas y estilos-tendencias.
Bañeras más que elemento de higiene, elemento de relajación. Bañeras que como indica Pancracio Celdrán dan : “(…) al hombre la oportunidad de llevar a cabo un deseo íntimo (…) regresar al claustro materno evocando el agua el líquido amniótico cálido, entrañable, protector”.
Texto: Fausto Sánchez-Cascado “Historiólogo creativo”
FUENTES
_ CELDRÁN, Pancracio. Historia de las cosas. Madrid, Ediciones del Prado, 1995
_ RYBCZYNSKI, Witold. La casa. Historia de una idea. San Sebastián, Editorial
Nerea, 1989
_ TOMÀS, Anna; “Vuelve la bañera”, Magazine-La Vanguardia, 10-06-2018
_ VIGARELLO, G. Lo limpio y lo sucio: la higiene del cuerpo desde la Edad Media.
Madrid, Alianza Editorial, 1991
_ VIGARELLO, G. Historia del cuerpo. Madrid, Taurus, 2005
_ https://es.wikipedia.org/wiki/Bañera
_ http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/el-bano-diario-una-conquistade-la-ilustracion_9522/2